De personalidad discreta, pero con actitud de liderazgo en todo cuanto hacía. Vivió sin ostentaciones su éxito profesional, pero sin limitar en lo mínimo, su disfrute de la vida en torno a familiares y verdaderos amigos. Nerio Fuenmayor, José Trinidad Martínez, Carlos Delgado Ocando.
Recuerdo haberlo visto siempre como un profesional eminente y probablemente inaccesible, ante mi mirada de novel abogado. No obstante, hacia finales de 1999, desde el instante mismo que mi tío Carlos dejó verle su trato predilecto para conmigo entre uno más de sus sobrinos abogados, recibí el mismo trato con afecto, respeto y consideración que encarnaba la amistad que ambos habían forjado desde 1970.
Entre sus primeras virtudes para conmigo, como abogado en proceso de desarrollo profesional e intelectual, no dudó en delegarme en su representación, gestiones de alto nivel tanto en ámbitos político-administrativos, como universitarios y judiciales respecto de asuntos que antes no delegó.
Iniciada aquella irrepetible oportunidad para mí de aprender bajo el aval y consideración de dos maestros, durante los años 2000-2003 tuvimos ocasión de ejercer, compartir, dialogar, investigar y crear conjuntamente novedosas interpretaciones jurídicas en materia de simulación y fraude procesal a la que abrió paso el reconocimiento del derecho procesal constitucional por parte de la recién promulgada Constitución de 1999.
Después de un breve espacio de tiempo que nos llevó a ejercer en vías paralelas sin tener ocasión de encontrarse, la providencia concedió nueva oportunidad para que sumáramos alianzas, previo a la partida física de mi tío Carlos, en la atención de asuntos sobre clientes comunes en materia sucesoral; para luego de su partida, redimensionar nuestra amistad y colaboración hasta el punto de abrirme el íntimo espacio de su biblioteca y oficina en Castejón & Castejón para compartir a diario durante los últimos 11 años el quehacer jurídico y procesal sobre los más diversos y complejos asuntos procesales, políticos y empresariales.
De todas sus enseñanzas la que mas atesoro y practico a diario, es su afán por plasmar siempre un mensaje escrito de manera sencilla, cargado de una artística lógica analítica y deductiva que llevaba en su expresión el peso de su razonamiento y la autoridad de sus interpretaciones normativas; pero fundamentalmente, la agudeza sin espacio para contradicciones ni redundancias muy comunes en el lenguaje de los abogados.
Su mayor mérito, en cuanto a todo su razonamiento y exposición argumentativa en cada asunto que llevamos en común durante estos años, sólo hubo de verse asistido ocasionalmente de algunas citas doctrinarias y jurisprudenciales que el estilo de los tecnicismos forenses contemporáneos exigen, y sobre los cuales siempre tuve oportunidad de colaborar únicamente para consolidar sobre lo plausible de nuestro trabajo, aquélla expresión con la que en medio del fulgor de los resultados de la investigación científica, el análisis de los hechos y la síntesis representada en nuestras conclusiones, hicimos común desde la primera vez que ejercimos: “… como decía Carlos, con uno que lo diga basta! …”
Ahora, si se tratara de valorar, cuanto aprendí durante mi intenso compartir con Honorio Castejón Sandoval, sin lugar a duda, diría que fue apreciar la vida y la amistad, y con ello, el disfrute de compartirla y la fortuna de fomentarla cuando ésta compromete el afecto de quienes como nosotros tuvimos la fortuna, parafraseándolo: “De sentirnos pretenciosos por haberlo tenido entre uno de esos amigos”
Juan C. Delgado Medina