Familia, individuo, sociedad
Es recurrente oír hablar de valores y principios que parecen promover de manera contradictoria los conceptos de familia, individuo y sociedad. Por ejemplo, es lugar común para todos los sistemas de educación formal decir:
i) que la familia es la célula fundamental de la sociedad, ii) que el hombre es un ser social por naturaleza y que su progreso obedece a la capacidad de colaboración de cada uno como parte del todo, iii) que ese carácter social del hombre se corresponde, desde sus inicios, al desarrollo del instinto de conservación y supervivencia propio de toda especie.
Sin embargo, al mismo tiempo hay quienes sostienen que el principio de la libertad individual es fundamento de su potencial creativo, que su ambición personal es un mecanismo de superación y que debe aprenderse de los fracasos o errores en favor del respeto al libre albedrío para que el ser humano elija su destino, despreciándose con ello el correlativo derecho a escarmentar por cabeza ajena que ofrece la experiencia de sus padres. Es desde esa perspectiva que afirmamos que se genera la razón de ser de la contradicción entre el funcionamiento de la familia y el vivir en sociedad.
Nos explicamos: padre y madre procrean sus hijos al haberse vinculado en sociedad procurando su apareamiento. Aunque su sentido de pertenencia individual es ser parte de sus respectivas familias de origen, su perspectiva como pareja al fomentar la suya está orientada por la idea de lograr la independencia, iniciando en solitario su propio viaje.
Resultado de ello, la crianza de su propia familia, basada en el mismo principio de socialización, los impulsa a promover la educación y formación de sus hijos con el objeto de habilitarlos para su incorporación a la sociedad, repitiéndose con ello ad infinitum el mismo ciclo.
Sin embargo, no parece advertirse que tal conducta, culturalmente asimilada, que vincula a padres e hijos con la interacción social, obedece a una lógica para su supervivencia y adaptación a la vida que transcurre en medio de condiciones desiguales y desfavorables para la iniciación familiar, y claramente insuficiente para el desarrollo sustentable como especie de la humanidad.
El esfuerzo que se aporta para la superación y supervivencia individual de cada integrante de la familia se diluye, desestructurándola como la empresa que representa respecto de la responsabilidad y el rol que corresponde a cada uno de sus integrantes, y deteriorando de manera evidente el todo que ésta representa para la sociedad.
La experiencia parece sugerir que sólo las familias exitosas tienen la oportunidad de aprovechar los resultados favorables del esfuerzo concentrado y mancomunado que se observa en su entorno presente y futuro, cuando los padres han alcanzado sus medios de vida. Es entonces cuando los hijos procuran emularlos bajo los mismos términos y expectativas que la sociedad ha fijado como parámetros de realización familiar.
Por eso, es común que un hijo de médico considere también la medicina como su profesión y medio de vida, o que el hijo de un abogado exitoso quiera seguir los pasos de su padre si ha heredado esa «vena jurídica». Por su parte, el hijo de un comerciante exitoso suele heredar el capital y flujo de caja de ese negocio. Mientras, el hijo de un empresario, para distinguirlo del comerciante, a pesar de tener la libertad de hacer nada por su futuro y su familia, frecuentemente se educa al más alto nivel, cultiva las mejores relaciones sociales y económicas entre sus pares, para finalmente asumir generación tras generación ese liderazgo empresarial que edificaron sus padres.
Sin duda, a todos los sectores de la sociedad les atrae y les motiva, como valor de superación inherente a la naturaleza humana, ser exitoso conforme lo proyectan quienes lo han alcanzado en términos de resultados materiales. Por ello, en la sociedad occidental, difícilmente uno ve a los individuos procurando emular a un maestro, a un escritor, a un intelectual. La razón de esto es que pocas veces son exitosos en términos pragmáticos si no cuentan con el aval de los conglomerados editoriales que manejan el mercado de la lectura masiva.
Estas referencias nos muestran lo esencial que es para el presente y futuro de la especie humana procurar emular aquellas acciones con las que pueda acceder o alcanzar espacios de realización de lo que su entorno ha establecido como paradigmas de estatus para la sociedad. De allí resulta la conclusión que pretendo ofrecer sobre las contradicciones entre el individuo, la familia y la sociedad:
Si luego de haber salido adelante como padres con algún proyecto que rindió sus frutos económicos, permitiendo cubrir las necesidades básicas (casa, comida, vestido) e incluso alcanzar gustos o caprichos prescindibles (moda, viajes, lujos), decido proyectar con mi pareja una vida en común para realizarnos como familia, lo razonable y coherente sería que planifique y promueva la formación de mis hijos encauzando su propia realización personal para que contribuyan familiar, social y generacionalmente en la consolidación y perpetuidad del legado familiar ya alcanzado, sin conformarme con que se limiten a heredar el producto de ese esfuerzo.
De lo contrario, estimular a los hijos a que consigan su superación individual formándose para ser empleados o incluso emprendedores en solitario, sin que ello implique una actividad, bien o servicio complementario del que hemos fomentado sus predecesores, equivale a hacerlos partir de cero en su camino de realización, con todas las desigualdades que conlleva. Esto supone, sin duda, una contradicción en sí misma condenada a dispersar todo el esfuerzo e inversión del tiempo dedicado a su crianza y formación para un propósito contrario al de sumar y multiplicar el valor del esfuerzo cooperativo del cual participa la más eficiente lógica de la vida familiar en sociedad.
JCDM